En la fundación de una ciudad, será la primera diligencia la elección del paraje más sano. Lo será siendo elevado, libre de nieblas y escarchas, no expuesto a vientos calurosos ni fríos sino templados. Se evitará también la cercanía de lagunas, porque cuando llegan las brisas matinales al salir el sol, traerían consigo los vapores nebulosos que allí nacen, junto con los hálitos de los animales de las zonas palustres, esparciendo sobre los cuerpos de los habitantes sus venenosos efluvios mezclados con la niebla, y harían pestilente aquel pueblo.


Vitrubio, De Architectura, I, 4.